Subo a la camionetica, me siento en el minúsculo e incomodo puesto
y para evitar molestias futuras saco de
la cartera el dinero del pasaje. Medio día. El calor es el síntoma encubierto de
una temperatura en aumento que amenaza con arder. Nadie se queja porque la
cabina está vacía. No por mucho, súbitamente se llena. Desde la puerta e
invisible por el tumulto escucho su voz de criatura insólita que grita:
- …ella llegó de su trabajo a las
10:30 pm, dejó la cartera en la casa y salió a ver la pelea, uno de los hombres que estaba en el ajo sacó
un arma de fuego y disparó contra quienes estaban ahí. La hirieron, está en el
hospital, no hay camas…
Hambre, sueño, flojera, aburrimiento, bostezo. En la esquina un grupo de
jóvenes juega con un coche abandonado, la venta de perros calientes en alza,
los ambulantes retomando las calles, los niños de la patria también.
Entre las piernas de los pasajeros aparece el niño muerto de la película
Flatliners, no entiendo nada,
menos aún cuando me quita el dinero de la mano y vuelve a perderse entre la
gente, sorprendida a penas logro articular palabras:
-Mi
vuelto…es el que estaba gritando…pidiendo…
Los
más próximos que me escuchan, comienzan
a reírse a carcajadas, animándose unos a otros..
-Ud.
creyó que era el colector (risas)…
-Le
ganó el descuido (risas)…
Permanezco
en silencio atento.
-Le
tumbó el pasaje (risas)…
- Se
armó un limpio ¿Cuánto le quitó? (risas)
Gran
carcajada colectiva que crecida, alcanza el clímax y el punto muerto. Y digo:
-Cinco
bolívares se los doy a un ciego para que no me vea.